No pasar, zona de seguridad.
Aquí sólo estoy yo y mis bestias. No intentes acercarte porque acabarás pinchándote con el alambre de espino que me recubre toda. Dentro, en la zona restringida, tampoco hay mucho que enseñar. No hay horribles secretos, no hay pecados sin confesar, no hay nada de lo que pueda arrepentirme. Hay únicamente un desierto de palabras huecas y polvo.
Bueno, acércate si quieres, ya sabes que lo prohibido siempre resulta mucho más atractivo. Entra y, quizás tú, puedas traerme contigo las nubes que tanto me hacen falta.
I love your glasses
-me tiene obsesionada desde hace unas semanas-
1 comentario:
Detrás de esos alambres de espino, siempre hay paisajes contradictorios. Detrás de este, detrás de esa foto, hay un duro terreno que intimida a temerosos y valientes. Arido a ratos, con pocos arboles, azotado por un cierzo que es como una obsesión perturbante. Esos valles de yesos blancos donde las plantas huelen cuanto te frotas con ellas, y te acompañan hasta casa en tu pituitaria.
Pero es también un paisaje acogedor en su extrema dureza. Donde cualquier pliegue del terreno alberga algo de humedad, donde los tomillos se abrazan con el espliego en pequeños tapices blancos y morados. Donde más profundas son las grietas, el agua se refugia clandestina y nacen juncales y árboles amables. Se oye la corriente, y hace calor. Los pájaros lo saben.
Detrás de esa valla, hay un lugar reconfortante. Algunos lo sabemos. Las zonas prohibidas son nuestra casa.
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