domingo, 17 de mayo de 2009

eL tiEmPo PaSa, yO mE qUeDo


Que ya no tengo edad de hacer ciertas cosas, hace tiempo que vengo observándolo y padeciéndolo, pero nunca me imaginé que una de ellas fuera el uso de ropa interior de algodón para empezar con la de encajes y bordados rococós. Pero vamos, que la dependienta me lo dejó muy claro “Ya no tienes edad de esto, que ya eres mayorcita…”, me dijo. Lo que me faltaba escuchar en plena crisis de los 25 (25 años para los que todavía me quedan cuatro meses, por cierto). Supongo que habrá que recurrir a esa frase repetida mil y una vez de que los años lo mejor es cumplirlos, si no, malo. Pero en estos momentos no me tranquiliza demasiado. Lo que me atormenta no es el hecho de madurar, de envejecer; en realidad tengo curiosidad por saber qué me depara el futuro; lo que de verdad no me deja dormir es saber que ya nunca más volveré a ser joven, ni a ser niña. Tengo la dolorosa sensación de haber dejado por hacer miles de cosas. De tan buena niña que he sido, y de tan bien que me han sabido educar, no supe disfrutar de las ventajas de la niñez y la juventud, no hice las locuras que debería haber hecho. Mi problema era, en realidad, un exagerado sentimiento de responsabilidad y la total autoconciencia, a cada momento, de las normas de conducta más adecuadas. Y es que a mí también como a Bunbury “de pequeña me enseñaron a ser mayor”. Era una especie de adulta dentro del cuerpo de una chiquilla. Ahora, me toca pues “aprender a ser pequeña”. Yo ya he ido avisando a mis amigos de que no me echen en cara si ahora me llega una etapa de locura transitoria, porque yo creo que me lo debo.


Lo siento, es la morriña la que habla por mí...