martes, 27 de noviembre de 2007

RIP



Fernando "El Grande" ha muerto. Su silla, mejor dicho, su trono, está vacío. ¿Quién le sustituirá en el Reino de la Cultura? Es difícil saberlo, las cosas por estos territorios están cada vez más feas. El otro día fui testigo directo de ello. Cuando me dirigía a dar mi último adiós al Monarca, en un céntrico teatro de la ciudad de Metrópolis, pude comprobar que, a escasos metros del lugar donde gente de todos los pelajes lloraba su pérdida; hordas de quinceañeras desenfrenadas, con sus guitarras y sus pancartas, esperaban desesperadas a la puerta de un hotel superfashion la llegada de sus ídolos, es decir, unos "esgarramantas" sacados de una patética serie televisiva. El contraste fue tremendo, la verdad. Pensé que resultaba muy triste que esas chicas, pertenecientes a otra generación que ya me queda lejos (indicativo de que yo también me hago vieja) ni siquiera conocerían al Hombre que a penas unos metros más allá, yacía inerte dentro de su caja. Y si algo les sonaba de Él, sería una frase airada captada oportunamente por una cámara de televisión y repetida hasta la saciedad. Qué triste, me repetí para mis adentros, y seguí caminando hacia el teatro.
Nunca tuve la suerte de conocerlo en persona, me hubiera encantado. Pero aún así, cada vez que salía en los medios, no podía dejar de sentir una cierta cercanía íntima hacia Él. Como cuando vas por la calle y te cruzas con alguien que no conoces, pero que sin embargo te recuerda a un amigo o a un familiar, y ya sólo por eso, te sientes más unido a ese desconocido. El día en que comunicaron su muerte, fue el momeno en que reconocí esa proximidad. Estuve toda la mañana sin poder quitarme su imagen de la cabeza, hasta que descubrí que lo que me unía más afectivamente a Él, era su gran parecido con mi abuelo, con mi "yayo Manolo". Me hizo gracia la idea. Ser consciente de algo que en mi interior funcionaba completamente desde hacía tiempo. Y pensé que por lo menos ahora, mi abuelo y Él, podrán compartir una partida de damas allá donde estén, porque seguro que a Fernando le gustan tanto como a mi abuelo. No me cabe la menor duda.
P.D. la foto pertenece al Teatro Español, situado en la Plaza de Santa Ana.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El cambio climático ya está aquí

Metrópolis había conseguido resistir a todo tipo de amenazas a lo largo de su historia: ataques de terroristas con turbante, masas de futboleros enfervorizados, la cuarta guerra carlista, los derrumbes en la línea del metro... pero no vio venir el peligro más obvio de todos. Desde que el PP ganara las elecciones en 2008 por mayoría absoluta y se nombrara al primo de Rajoy ministro de Medio Ambiente, el problema del cambio climático dejó de existir, al menos de cara a la opinión pública. La ley 345/21 del 23 de septiembre de 2008 eliminaba la expresión "cambio climático" por considerarse inexacta y alarmista. Desde entonces, tras negar el término, se acabó por renegar del propio concepto y los españoles llegaron a creer que tal cosa no existía, que era una invención de los EEUU para crear un estado de miedo constante entre la población. Así, el día en que la naturaleza despertó de repente, nadie en este puñetero país estaba preparado.


Era un viernes cualquiera de 2021, la mañana había despertado apacible. La gente, animada ante el cercano fin de semana, paseaba relajada por las calles; pero entorno al mediodía la temperatura se volvió completamente loca, descendiendo a mínimos que hasta entonces se creían imposibles: -173º. Todos aquellos que se encontraban al aire libre murieron congelados de modo fulminante, sin tener ni siquiera un segundo para reaccionar y salvar sus vidas. Se petrificaron en las posturas más inverosímiles, más ridículas e inesperadas. (Siglos más tarde, científicos y estudiosos considerarían estas condiciones meteorológicas un regalo del cielo, ya que facilitaban enormemente sus trabajos de investigación sobre el modo de vida de una civilización tan lejana y desconococida para ellos)
El resto de gente, los afortunados que se encontraban a resguardo, supieron, desde que fueron conscientes de todo, que acababa de morir el mundo que conocían.

martes, 20 de noviembre de 2007

Metrópolis

Metrópolis es una ciudad en la que cabe todo. Bueno, todo, todo... Por ahora no he conseguido ver a Superman, y es que aquí, lo único que puede viajar a 300 km/hora es el AVE que me trajo desde mi aldea natal: Goustranville (pero ya habrá tiempo de hablar de ella en otro momento).
Llevo aquí casi dos meses y me queda uno para macharme, (me da mucha pena) pero en todo este tiempo he aprendido que la ciudad es preciosa y que está llena de sorpresas que te hacen sonreir a cada momento.
Y eso, que es cierto que aquí cabe todo. Incluso el mar, y eso que la playa más cercana queda a más de tres horas de viaje. Pero de repente, subiendo calle arriba por Alcalá descubres a lo lejos, donde el asfalto corta el horizonte, la imagen de un cielo rojo encendido y la sensación de que pasado ese punto te aguarda la imagen del mar.
Sucede que hay sitios que están fuera de lugar, como si en el momento de su colocación se hubieran extraviado. Como esa carretera de doble sentido en mi tierra, atestada de tráfico que conduce hasta el aeropuerto. Esa carretera que transcurre entre gasolineras, viveros, desguaces y vegetación, y donde te sorprende que no estés en plena costa mediterránea, camino de Peñíscola.
Y como en Metrópolis cabe todo, cuando vas paseando por sus calles y callejas es inevitable no acordarte de todos aquellos a los que quieres. Será un cartel, una tienda, un detalle...cualquier cosa, de pronto, envía tu recuerdo hacia cierta persona. Y eso es fantástico, porque así parece como si caminara junto a ti por la ciudad. Así es Metrópolis.