Ayer tuve la gran suerte de ver en la tele un programa especial sobre las folclóricas de ESPAÑA (así, en mayúsculas y con el tono valiente), esta España nuestra. ¡¡Qué grande, por dios!! Esas poses, esos aires, esa altivez, esos vestidos, esos comentarios a las cámaras, toda esa parafernalia que las rodea. Resulta difícil quedarse sólo con una ante tal panorama, aunque he de confesar que siento cierta debilidad por la vulgaridad cultivada de María Jiménez; aunque esto no quita para que casi se me saltaran las lágrimas ante la repetición del entierro de la de Chipiona. No me puedo olvidar tampoco, por supuesto, de la Lola y su famoso pendiente (ése que sus buenos duritos le había costao) o su más que mítico "si me quereis, irse".
Y ahí, sentada ante la pantalla, viéndolas contonearse sobre los tablaos, pues una se para a pensar que mal que nos pese están ahí, que eso también somos, en cierto modo, nosotros y que nos toca más de lo que pensamos. Puede resultar un estereotipo trasnochado, pero como todos sabemos los estereotipos siempre tienen grandes dosis de verdad. Pensé que aunque no haya nacido en Triana y aunque no cecee, yo también llevo dentro una folclórica que está deseando salir, que todos llevamos una folclórica dentro (bueno, Falate lleva dos por los menos...).
¡Viva el arte español!
¡Ole!
Y es que admitámoslo, vivimos en un país que es un gran Corral de la Pacheca.