Fernando "El Grande" ha muerto. Su silla, mejor dicho, su trono, está vacío. ¿Quién le sustituirá en el Reino de la Cultura? Es difícil saberlo, las cosas por estos territorios están cada vez más feas. El otro día fui testigo directo de ello. Cuando me dirigía a dar mi último adiós al Monarca, en un céntrico teatro de la ciudad de Metrópolis, pude comprobar que, a escasos metros del lugar donde gente de todos los pelajes lloraba su pérdida; hordas de quinceañeras desenfrenadas, con sus guitarras y sus pancartas, esperaban desesperadas a la puerta de un hotel superfashion la llegada de sus ídolos, es decir, unos "esgarramantas" sacados de una patética serie televisiva. El contraste fue tremendo, la verdad. Pensé que resultaba muy triste que esas chicas, pertenecientes a otra generación que ya me queda lejos (indicativo de que yo también me hago vieja) ni siquiera conocerían al Hombre que a penas unos metros más allá, yacía inerte dentro de su caja. Y si algo les sonaba de Él, sería una frase airada captada oportunamente por una cámara de televisión y repetida hasta la saciedad. Qué triste, me repetí para mis adentros, y seguí caminando hacia el teatro.
Nunca tuve la suerte de conocerlo en persona, me hubiera encantado. Pero aún así, cada vez que salía en los medios, no podía dejar de sentir una cierta cercanía íntima hacia Él. Como cuando vas por la calle y te cruzas con alguien que no conoces, pero que sin embargo te recuerda a un amigo o a un familiar, y ya sólo por eso, te sientes más unido a ese desconocido. El día en que comunicaron su muerte, fue el momeno en que reconocí esa proximidad. Estuve toda la mañana sin poder quitarme su imagen de la cabeza, hasta que descubrí que lo que me unía más afectivamente a Él, era su gran parecido con mi abuelo, con mi "yayo Manolo". Me hizo gracia la idea. Ser consciente de algo que en mi interior funcionaba completamente desde hacía tiempo. Y pensé que por lo menos ahora, mi abuelo y Él, podrán compartir una partida de damas allá donde estén, porque seguro que a Fernando le gustan tanto como a mi abuelo. No me cabe la menor duda.
P.D. la foto pertenece al Teatro Español, situado en la Plaza de Santa Ana.