Sí, ya sé que París , por sí misma, ya merece la pena. Pero si dejamos a un lado las rutas turísticas llenas de japoneses armados con sus cámaras, si nos olvidamos por un momento del lujo, el glamour, el romanticismo, "la vie en rose" y todo eso, existe un París donde la gente corriente vive. Donde pasa un día tras otro yendo al trabajo, haciendo la compra o llevando el coche al taller. Y es en ese París donde tienes que desenvolverte y donde descubres las pequeñas cosas que la hacen verdaderamente tan especial, detalles sin importancia que en un momento determinado significan mucho, que te obligan a pararte y sonreir un momento. Y eso te ayuda a reconciliarte contigo misma, con los parisinos, con los franceses y con todo el mundo, si te pones.
Son cosas efímeras que debes apreciar en el instante mismo en que suceden, por lo que es necesario estar atento, vigilante, a todo lo que se desarrolla a nuestro alrededor. Cosas tan tontas como que un día, de repente, salga el sol después de una semana de lluvias, como un cuadro azul de Klein en el Centro Pompidou, o como una gran caja de bombones Lindt traída expresamente de Suiza, como una cerveza en un encantador bar del Barrio Latino, como leer Le grand voyage sentada en un banco de los Champs Elysées, o que el metro salga al exterior un segundo en Bastilla y puedas ver el ambiente de la ciudad, como correr un sábado por la mañana por el "Promenade Plantée" con la música de Albert Hammond Jr. en el mp3, o simplemente la imagen de un parisino paseando por la calle con una baguette bajo el brazo...
Es el poder de las pequeñas cosas.
P.D. Esta vez el texto va dedicado a mi "primi", ya que ella fue quien me dio a conocer el maravilloso disco de Albert Hammond Jr. -Si en Madrid la música que sonaba por los altavoces de la ciudad era lo último de Marlango, aquí, en París es Yours to keep.- Gracias.
4 comentarios:
Ya tienes el espíritu de Amelie interiorizado...eso es que ya eres muy de París ¿no?
Me ha hecho mucha ilusión tu dedicatoria primi y estoy muy orgullosa de ti...las ciudades tan grandes son muy difíciles de dominar y llenas de parisinos más, me alegro de que Albert te lo haya hecho más llevadero.
Después de días y días desconectada del mundo bloggero me paso por aquí para mandarte besicos y me encuentro una canción chula, un videoclip que no acabo de entender, una foto graciosa y un montón de reflexiones que no vienen a decir sino que eres feliz. Eso es la felicidad, sí. Ni fuegos artificiales, ni violines al atardecer, sólo pararse de repente con la contundente sensación de que es ahí, justamente ahí, donde uno quería estar (física y psíquicamente).
Y esa revelación te puede pasar en cualquier momentos, como decías.
Yo tuve una muy doméstica: fregando los platos en el piso abuhardillado de Nantes al lado de la catedral, haciendo un simulacro de vida conyugal que ahora se ha concretado.
Lo malo es que tengas la revelación mientras esperas los fuegos artificiales. Es ahí cuando la cagas... así que fais attention y cuídate mucho.
A disfrutar en Pagí
Besicos mil
Carmina
lo ves, carmina, como yo tenía razón en aquella conversación de messenger. (aunque ya no sé si te acuerdas).
ana, perdona que conteste a tu hermana en tu blog. para ti tb tengo comentario. Que sepas que me gustó tanto tu foto de parís con la torre eiffel al fondo que me la puse de fondo de pantalla del ordenador, y recibe continuos elogios. :-) Siempre, por supuesto, citando su procedencia.
Alba
Es verdad, pero no creo que los pequenos placeres de la vida solo se tengan que buscar cuando estas en una ciudad grande y a veces un poco deprimadora (se dice esto?) pero es cierto que se saborean mucho mas aqui que en cualquier otro sitio... no se porqué. A lo mejor, es esto la magia de Paris!
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