Pasamos toda la vida en un sitio, yendo de casa al trabajo, del trabajo a casa, yendo a por el pan y a hacer la compra semanal, quedamos a cenar con amigos, con la familia, quedamos a tomar algo con conocidos, nos desplazamos constantemente de un sitio para otro. Viajamos a lugares lejanos, cuanto más lejos mejor, visitamos sitios de los que antes no teníamos ni idea, hacemos cientos de fotos, miles (fotos que nunca más volveremos a ver)...
Tenemos una necesidad imperiosa de salir fuera, poseemos una mirada exocéntrica que nos empuja hacia el exterior y ni siquiera nos damos cuenta de que no conocemos lo más próximo.
Somos así.
Después de años y años habitando un lugar, lo lógico sería pensar que acabaremos conociéndolo a la perfección.
Pero no.
Ayer,
27 años más tarde,
redescubrí el Ebro.
...
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